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El lado malo de la Tolerancia


Una de las palabras favoritas de nuestra época y que se oye con más frecuencia es la “tolerancia”. Esta es una buena palabra, pero hemos tratado de extenderla para cubrir una extensa área de la vida. Le hemos dado, con frecuencia, una mala aplicación. La palabra “tolerante” significa ser “liberal”, ser “condescendiente”, “estar dispuesto para soportar las creencias opuestas a las propias convicciones”, y “permitir algo que no tiene aprobación completa”.

La tolerancia, desde cierto punto de vista, implica el comprometer las convicciones de uno mismo, y el ceder terreno en importantes asuntos de actualidad. Por consiguiente, la demasiada tolerancia en las cuestiones morales nos ha hecho blandos, flexibles y faltos de convicción.

Hemos llegado a ser tolerantes con el uso del alcohol y, por ende, nos hemos constituidos en una sociedad incoherente en donde condenamos el exceso de alcohol que provoca lamentables accidentes de tránsito, pero, por otra parte, incentivamos a que nuestros jóvenes y adultos consuman alcohol porque de esa manera se está siendo solidario con una causa noble; hemos llegado a ser tolerantes con la delincuencia; hemos llegado a ser tolerantes con la inmoralidad; hemos llegado a ser tolerantes con el crimen.

Bastaría mirar algunas estadísticas con respecto a estas cosas y nos daríamos cuenta que nuestras convicciones han sido minadas y nuestras creencias han sido arrolladas. No obstante, en las Ciencias, se encuentra estrechez de miras, no hay lugar para la tolerancia descuidada en el laboratorio. El agua hierve a 212 grados Fahrenheit al nivel del mar. Nunca hierve a 100 grados o a 189 grados, sino siempre a 212 grados. El agua se congela a 32 grados Fahrenheit, nunca a 23 grados, ni a 31 grados.

Todos los objetos que pesan más que el aire son atraídos hacia el centro de la tierra. Siempre caen para abajo, nunca para arriba (‘caer’ en lenguaje de Física). Reconozco que estos son puntos muy limitados, pero la ley de gravedad así lo decreta, pues la Ciencia es muy estrecha.

También las matemáticas tienen estrechez de miras. La suma de dos y dos es cuatro, nunca tres y medio. Parece que este es un punto de vista muy estrecho, pero la aritmética no es tolerante. La Geometría también tiene estrechez de miras. Ella enseña que una línea recta es la distancia más corta entre dos puntos. Esto parece ser muy dogmático y estrecho, pero la geometría es intolerante en su enseñanza.

Si usted le preguntara a una persona el camino a una determinada ciudad y él le respondiera: “usted puede tomar cualquier camino que desee, pues todos terminan allí”. Usted dudaría de la cordura y la veracidad de tal persona. Por alguna razón hemos llegado a tener la idea de que “todos los caminos nos llevan al cielo”, pero Cristo Jesús dijo “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mt.7:13,14)

Cristo Jesús claramente señaló que hay dos caminos en la vida. Uno el ancho y falto de fe, de convicción y de moralidad. Este camino es un camino fácil, popular e indiferente. Es el camino de la muchedumbre, el camino de la mayoría, el camino del mundo. Él dijo refiriéndose a la puerta por donde se entra a éste: “muchos son los que entran por ella”. Él llamó la atención a que este camino, aunque es fácil, aunque es tan popular y aunque es muy transitado, guía a la destrucción. Luego, en un arrebato de compasión intolerante, dice: “Entrad por la puerta estrecha… porque estrecha es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida”. Su intolerancia era como la intolerancia del piloto quien, al cuidar su avión a través de la tempestad reconoce que una sola equivocación o un momento de indiferente descuido podría terminar en desastre para todos los pasajeros del avión.

Él habló de dos caminos, de dos reinos, de dos señores, de dos premios y de dos eternidades. Cristo dijo: “No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Mt.6:24). Tenemos el poder para escoger a quien serviremos, pero la elección alternativa a Cristo traerá segura destrucción. Cristo dijo que el espacioso, ancho, fácil y popular camino sólo guía a la muerte y a la destrucción. Solamente el camino de la Cruz guía al hogar celestial.

Jesús fue intolerante hacia el egoísmo

Él dijo: “Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará” (Lc.9:23,24). La vida en Cristo nos insta a perder el egoísmo que está dentro de nosotros, la naturaleza pecaminosa que se encuentra en conflicto con Dios.

Jesús era intolerante con el pecado.

Él fue tolerante con el pecador, pero intolerante hacia la maldad que lo esclavizaba. A la mujer adúltera le dijo: “Ni yo te condeno; vete, y no peques más” (Jn.8:11). La perdonó porque la amaba; pero condenó el pecado porque lo abominaba con una aversión santa. Cristo fue tan intolerante hacia el pecado que murió en la Cruz para libertar a los hombres de su poder: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jn.3:16)

El pecado se halla en la raíz de casi todas las dificultades de la sociedad actual. Lo que separa al hombre de Dios desune al hombre del hombre. Los problemas del mundo nunca podrán resolverse mientras que el problema del pecado no sea resuelto. Pero Jesús en la Cruz es la respuesta de Dios en relación con el pecado. Para todo aquel que recibe las benditas nuevas de Salvación en Cristo, el poder del pecado será eliminado y cancelado. Dios es intolerante hacia el pecado. Esta intolerancia mandó a su Hijo a morir por nosotros. Él ha dicho que todo aquel que cree en Él, no se pierde. El significado claro de esto es que aquellos que rehúsan creer en Él están eternamente perdidos.

Ven a Cristo hoy, mientras que su Espíritu llama a tu corazón.

Dios te bendiga.

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