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La autocrítica


El escrutinio del ser interior de uno para determinar su condición espiritual, motivo y actitudes es largamente una enseñanza del Nuevo Testamento. En el Antiguo Testamento el escrutinio de los pensamientos e intenciones más profundas era primariamente una responsabilidad del Altísimo (Ex. 20:20; Dt. 8:2,16; 13:3; Sal 26:2; es pensamiento que se repite en 1 Ts. 2:4). El creyente debe "examinarse a sí mismo" (dokimadso) para asegurarse que está en la propia relación con Dios y el hombre, de tal forma que pueda participar de la Cena del Señor (1 Co. 11:28). El mismo verbo se traduce de varias maneras en la Reina Valera 60, así tenemos "comprobando lo que es aceptable al Señor" (Ef. 5:10); "someta a prueba su propia obra" (Gá. 6:4); y examinar todas las cosas (1 Ts. 5:21).

De la misma forma se le enseña al cristiano a "juzgarse" (diakrino) a sí mismo, no sea que sea juzgado (1 Co.11:31-32). Al juzgarse en esta forma y al aceptar la corrección (disciplina) del Altísimo no está bajo condenación. El juzgarse a sí mismo lleva a la confesión y al perdón.

Las prácticas dudosas permitidas por unos cristianos son condenadas por otros, pero el creyente no debe "juzgar" (krino) a otro creyente; por el contrario, debe examinarse a sí mismo

Si el cristiano no se examina:

1. Puede ser una piedra de tropiezo (Ro. 14:13);

2. Puede llegar a "creer en vano" (1 Co. 15:2), y;

3. Seguir una fe "fingida" (1 Ti. 1:5; 2 Ti 1:5).

El cristiano debe examinarse (peiradso) si está en la fe (2 Co. 13:5). De esta forma, por un examen cuidadoso y en oración se probará a sí mismo que el Señor mora en su corazón.

El cristiano tibio de Laodicea debía juzgarse a sí mismo de tal forma que se diera cuenta de su condición retrógada y probar así cuáles eran los valores verdaderos y eternos (Ap. 3:18). El propósito del examinarse a sí mismo siempre es positivo - co

nocerse a sí mismo, sus debilidades y flaquezas, de tal forma que se apropie de la gracia de Cristo. Examinarse a uno mismo es un estímulo para la fe y la vida en santidad (Heb. 12:1-2; 1 Pdr. 2:21-23). No es una introspección mórbida porque "si nuestro corazón nos condena, Dios es más grande que nuestro corazón, y conoce todas las cosas" (1 Jn. 3:20)

Fuente:

HARRISON E.F., Diccionario de Teología, Libros Desafío, Grand Rapids, 2006, p. 68-69.

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