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Más pruebas de la vida después de la muerte



El tema sobre que hay vida después de la muerte presenta argumentos empíricos (observables) y no empíricos (teóricos). Hay dos argumentos empíricos: las experiencias cercanas a la muerte y la resurrección de Jesús. Existen evidencias que respaldan la opinión de que algunas personas murieron, abandonaron su cuerpo, tuvieron diversas experiencias y regresaron a la vida. Los intentos de catalogar dichas experiencias como fenómenos naturales fracasan en los casos donde la persona incorpórea toma conocimiento de situaciones que suceden a mucha distancia (por ej., conversaciones entre miembros de la familia). Es necesario tener cuidado con las interpretaciones teológicas de esas experiencias, pero su existencia se ha confirmado. Algunos aducen que, aunque fueran ciertas, sólo comprueban una supervivencia temporaria después de la muerte. En sentido estricto, este argumento es correcto; pero si la muerte biológica no produce el cese del estado consciente, es difícil determinar qué factor podría hacerlo después del deceso.


En otros artículos de esta Biblia, se presentan argumentos en defensa de la resurrección de Jesús. Basta decir en esta ocasión que si Jesús resucitó de los muertos, esto lo autoriza a hablar de la vida después de la muerte porque Su resurrección acredita que es el Hijo de Dios y que regresó del más allá y nos dijo cómo es.


Los argumentos no empíricos se dividen en teísta-dependientes y teísta-independientes. El primero acepta la existencia de Dios y, a partir de esa premisa, argumenta a favor de la inmortalidad. Si Dios es quien dice ser, la causa se comprueba más allá de dudas fundadas. Hay tres argumentos teísmo-dependientes de singular importancia.


El primero si divide en dos partes y toma como base la imagen y el amor de Dios. Dado que los seres humanos poseen un valor extremo al ser portadores de la imagen divina, y que Dios es defensor de los valores elevados, se desprende que Él preserva a las personas. Además, dado que Dios ama a quienes portan Su imagen y tiene el propósito de conducirlos a la plenitud de la madurez y la comunión con Él, los guardará para continuar con esta relación de amor y así concretar Su grandioso plan.


El segundo argumento se basa en la justicia divina y asevera que, en esta vida, el bien y el mal no están distribuidos de manera equitativa. Un Dios justo debe equilibrar la balanza en otra vida, por lo tanto, se requiere la existencia de una vida después de la muerte.


Finalmente, contamos con el argumento de la relevancia bíblica. Sabemos que la Biblia es la autentica Palabra de Dios, y afirma la existencia de la vida después de la muerte. Para que este argumento sea valedero, es necesario presentar ordenadamente un análisis coherente a favor de la naturaleza divina de la Escritura.


Existen dos argumentos teísmo-independientes a favor de la inmortalidad. El primero se fundamenta en el deseo y consta de tres partes: (1) el deseo de que haya vida después de la muerte es algo natural; (2) todo deseo natural se corresponde con cierta serie de elementos reales que pueden concretarlo; (3) por lo tanto, el deseo de que haya vida después de la muerte se corresponde con una serie de elementos reales (a saber, la vida después de la muerte) que lo concreta.


Los críticos afirman que el deseo de inmortalidad es solamente una expresión de egoísmo ético. No toda la gente lo desea, y aunque lo hiciera, es un desea adquirido, no innato. Mas aun, aunque fuera innato, esos deseos a veces se frustran. Por lo tanto, el argumento del deseo no tiene peso necesariamente; sin embargo, merece ser tomado en cuenta.


El segundo argumento sostiene que la conciencia y el yo son inmateriales y no físicos, y que esto respalda de dos maneras la fe en la vida después de la muerte: (1) Hace lógica la existencia incorpórea y la identidad personal en la vida eterna. (2) Comprueba la existencia de Dios. Esto, a su vez, brinda una base para la reconsideración de los argumentos teísmo-dependientes a favor de la vida después de la muerte.


El argumento que sostiene que la conciencia es inmaterial incluye la afirmación de que, una vez que se obtiene descripción precisa del estado consciente (sensaciones, emociones, pensamientos, creencias), queda claro que no es físico. Los estados conscientes se caracterizan por una percepción intima, personal y cualitativa que se conoce mediante la introspección. Los estados físicos no tienen estas características, por lo tanto, la consciencia no es física.


La posición a favor de un yo inmaterial se fundamenta en la premisa de que, al realizar un estudio introspectivo, los seres humanos toman conciencia de su ego y lo reconocen como el centro inmaterial del estado consciente. Esta toma de conciencia se basa en la percepción de que, cuando a alguien le cortan un brazo, le quitan una parte del cerebro, o cuando incorpora recuerdos o pierde la memoria, y adquiere o abandona rasgos de la personalidad, no se convierte en una persona ni totalmente diferente.


Si bien estos argumentos brindan cierta base para creer en una vida eterna, distan mucho de ser concluyentes. En definitiva, el razonamiento para creer en la vida después de la muerte es sumamente teísmo-dependiente.


Biblia Apologética

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