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Principios para la instrucción de nuestros hijos

Cómo compartir con los hijos los conceptos bíblicos para que los entiendan (1)



Puede ser difícil que nuestros hijos entiendan las expresiones que comúnmente usamos en la iglesia. Cuando Tedd era un niño oraba por los misioneros en los “campos de maíz”. Podía hacer la relación con los “campos de maíz” porque vivía en las grandes extensiones planas del noroeste de Ohio. Cuando sus padres oraban por los campos “extranjeros”, lo tradujo en imágenes de consagrados misioneros caminando por el agua, por las hileras de maíz, en búsqueda de almas perdidas. Todos nos reímos con el malentendido y nos dimos cuenta que “extranjeros” no era un concepto que un niño de cinco años podía captar fácilmente.


Los padres cometen el mismo error con los conceptos espirituales. A nuestros hijos, las palabras y frases como justificación, santificación, esclavitud al pecado, muerto en pecados, enemistad con Dios, apoyarse en Jesús, vida en el Espíritu, dependencia de Cristo, dar muerte al pecado, completo en Cristo, fe, acercarse a Dios y adoración, les suenan como un lenguaje religioso misterioso. Adivinan el significado y se confunden cuando se quedan cortos con sus intentos.

Una niña de cinco años, al enterarse de la grave enfermedad de su mamá, desesperada y con emoción hizo un dibujo de Jesús, rayado como una cebra y se lo entregó a su mamá en el hospital. Recordaba bien la liturgia: “y gracias a sus heridas fuimos sanados*”. Y ella lo creyó, pero perdió el verdadero significado.


(*: la palabra en inglés para heridas es “stripes” que también significa “rayas”)


Los padres esperan actitudes y conductas de sus hijos que dependen mucho de la comprensión espiritual, pero con frecuencia los niños no entienden el contenido espiritual de las expectativas. Los niños crecen en su discernimiento del evangelio mientras transitan de un entendimiento del mundo que es inocente, tangible y sensorial, a una capacidad más abstracta que les permite interactuar con los conceptos. Esto es un proceso; no podemos esperar cabezas adultas en niños pequeños. Tenemos que enseñar estos conceptos espirituales de maneras suaves y convincentes.


No mezcles historias imaginarias con verdaderas historias bíblicas


En una ocasión vimos, con horror, la representación que se hacía de la desobediencia de Jonás a Dios, en el escenario de una escuela cristiana: Jonás visitaba el “País de Mamá Ganso” Los personajes de Mamá Ganso trataban de darle a Jonás una guía espiritual y llevarlo de nuevo al camino a Nínive. Los niños de cinco y seis años quedaron confundidos con esa experiencia, sin poder apreciar la diferencia entre la intervención sobrenatural de Dios en la vida de Su pueblo y la ficción de Mamá Ganso. A nuestros hijos les tuvimos que desenredar esta confusión. Ilústrales a tus hijos los conceptos espirituales con otros medios que no sean los famosos personajes de entretenimiento.


No trivialices el evangelio para que sea “relevante”


Cuando “bajamos la Biblia a su nivel”, los niños rápidamente perderán su amor y capacidad de asombro por las narraciones bíblicas. Los niños crecerán en su entendimiento cuando se den cuenta que la Palabra de Dios es diferente de cualquier otra literatura. Es verdad. Es vida (Dt. 32:45-47)


Ayuda a los niños pequeños a que se relacionen con las historias bíblicas de maneras tangibles y físicas


Recuerdo a Tedd encima de la mesa de la cocina mostrando la altura y la corpulencia de Goliat Midió la longitud de su lanza en el piso e hizo que los niños caminaran esa longitud. Les dio a los niños piedras para que conocieran todo el efecto del peso que Goliat cargaba con facilidad en su armadura, y sus armas. Después les mostró el tamaño relativo de David y de sus cosas. La “confianza en el poder y la fuerza de Dios” por parte de David tuvo sentido cuando los niños, con los ojos bien abiertos, se imaginaron en las sandalias de David.


Las siguientes veces que los animamos a “confiar en el Señor”, esta era una frase que tenía sentido.


Recuerdo lo que una vez hicimos durante el devocional familiar. Imaginamos que salíamos para hacer un viaje largo. Éramos Abraham y Sara y familia. Tedd dijo que nunca regresaríamos, que no sabía a dónde íbamos ni lo que pasaría en el camino, pero que Dios nos daría Su guía y Su provisión. Nuestro viaje ilustraba la fe en obedecer a Dios y confiar en Su promesa de estar con nosotros. Este concepto se puede introducir de tal manera que despierte la fe ingenua en un Padre celestial soberano que vigila el camino de Sus hijos.


Actuamos la escena en la llanura de Dura, como los tres jóvenes hebreos parados a la sombra de la estatua de oro de Nabucodonosor que medía 27,5 metros. Nos imaginamos al rey amenazándolos con el horno de fuego si no se inclinaban ante la estatua. La historia ilustraba el amor y la lealtad a Dios y el verdadero valor bíblico. Les explicamos que estos tres jóvenes estaban asustados. Sin duda sus rodillas estaban temblando debajo de sus túnicas mientras se enfrentaban al violento y poderoso Nabucodonosor. Su confianza era diferente de la valentía, fuerte y segura de sí misma, de la confrontación humana. Estos hombres creían que Dios los salvaría; pero aún si no los salvaba, no se inclinarían. Para ellos, la realidad eterna era más importante que la existencia temporal ¡Qué ejemplo para los niños de vivir por la eternidad en vez de solo por el presente!


Existe una dimensión interna de la fe que es el Espíritu de Dios trabajando en el corazón. Nosotros como padres no podemos producir eso, pero les podemos dar a nuestros hijos la “instrucción formativa” necesaria para que hagan las conexiones entre las palabras religiosas y su realidad diaria.


Hay conceptos que son los cimientos y que debemos exponer completamente con el fin de transmitirlos a nuestros hijos A veces debemos revelar sus significados para que no queden atrapados en el “argot cristiano”. Otras veces son conceptos directos que necesitan la aplicación puntual en la vida diaria.


(1) TRIPP Margy & Tedd, Cómo instruir el Corazón de tu Hijo, Capítulo 4, Medellín, Editorial Poiema, páginas 47 a 49.

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